«El hombre de la nueva clase media europea está con sus pies en la tierra. Cuando va a la Iglesia es porque cree y no porque está «bien visto». Mira cada vez menos al pasado y no vive con nostalgias. El pasado, en vez de ser un estímulo, en muchos casos le parece una carga. Cuando la burguesía ahorraba, no existían heladeras, radios, televisores, autos ni máquinas de lavar. Pero ahora hay una «sociedad afluente», una clase media dinámica…»